El yoga está formado por un conjunto de técnicas de concentración y ejercicio físico que parten del yoga inicial (siglo XVII a.C.) y que —demostrado científicamente— bien practicadas son capaces de mejorarte hasta niveles insospechados…
…mental y emocionalmente, porque aprendes a controlar y a “educar” tu mente;
…físicamente, porque ejercitas músculos y flexibilidad;
…espiritualmente, porque un equilibro entre cuerpo y mente, favorece tu capacidad de ir más allá del mundo material, y encontrar lo que realmente buscas.
El yoga es capaz de unir bajo una misma práctica a personas con firmes creencias religiosas, personas espirituales, y gente de posturas completamente racionalistas (ateas y agnósticas). Todas las corrientes coinciden en la importancia de la espiritualidad para poder encontrar la paz interior: sentirte feliz en tu piel.
Una vez seas capaz de controlar la herramienta más poderosa jamás creada (nuestro cerebro), empezarás a ser capaz de percibir sensaciones nuevas, y descubrir los procesos de nuestra propia mente con objetividad e incluso cierto desapego.
Esto es extremadamente positivo, porque un profundo autoconocimiento y autocontrol te permite discernir con objetividad qué te ocurre en cada momento y si tus percepciones sobre tus circunstancias son reales o infundadas.
En definitiva: a mayor control, mayor libertad. Libertad de decidir cómo percibes tu entorno y lo que ocurre en él. Libertad para decidir cómo piensas o sientes en cada momento.
Si eres libre, serás tú quien decida qué hace tu mente: enfocarse en las desgracias que nos rodean o en los cientos de minutos felices que nos trae cada día.