Si aún no has llegado a esta conclusión deberías mirártelo:
La fuerza de voluntad es limitada, y utilizarla para conseguir tus propósitos es como ponerte a construir una escalera para tocar las nubes. Absurdo.
Con la motivación pasa lo mismo.
A la primera de cambio estos 2 te dejan tirado en medio de un buen barrizal. A mí ya me han hecho la jugarreta varias veces.Son 2 virtudes impresentables y traidoras.
Y te voy a poner un ejemplo para que lo veas claro:
Tengo una amiga que siempre está muy preocupada por su peso….quién no.
Hace muchas dietas y se volvió vegetariana principalmente para adelgazar (no comments).
Pero le flipan el jamón y los dulces. Es que le pierden a otro nivel.
Y cocinar. También le encanta cocinar.
Esto fue en enero de 2020.
Al principio lo llevaba muy bien. Salía cada día a trabajar y se llevaba sus galletas para gente que hace dietas y solo comía ensaladas. Un tupper menos en la cola del microondas de la ofi.
Hasta aquí, nada en contra. Con sus más y sus menos, algo iba haciendo.
Hasta que llegó una pandemia mundial y tuvo que teletrabajar.
Desde entonces ha engordado 4 kilos más. Pero sigue a dieta.
No sé para ti, pero para mí el problema está claro. (No, no es la pandemia):
Su motivación de tener un cuerpazo, y su fuerza de voluntad no son suficientes para aguantar día tras día el enorme esfuerzo físico y mental de no comer lo que te pide el cuerpo.
Si no hubiera sido lo del teletrabajo por la pandemia, hubiera sido otra cosa.
Y aquí es donde viene el quid de la cuestión:
La fuerza de voluntad se alimenta de sacrificios. Pero el cerebro no está capacitado para sacrificarse hasta el infinito. Necesita pausas, premios y ayuda.
La ayuda es lo más importante y se resume en esta frase:
Cuando no hay opción la decisión es fácil.
Si comprara online solo lo que pone en su lista de lechugas, sin jamones, quesos y bizcochos que le hacen ojitos desde las estanterías del súper, otro gallo cantaría.
¿No tienes carne? No comes carne.
¿No hay bizcocho? No puedes comer bizcocho.
Lo segundo más importante son las pausas y los premios.
Mira.
Desde que descubrí el yoga, duermo mejor y me voy a dormir más satisfecha.
Aún no me veo con fuerzas de retomar lo de madrugar, así que he tenido que bloquear mi tiempo después de acostar a los pequeñajos, y de trabajar las horas que me he propuesto al día.
Normalmente, entre las 11 y las 12 de la noche.
Y hago yoga aunque solo desee que se me trague el colchón.
Si me hubiera propuesto madrugar para hacer yoga, mi fuerza de voluntad se hubiera acabado con el segundo músculo que mi cerebro hubiera conseguido mover.
Es importante no entremezclar propósitos. (Otro tip). O sea, que un propósito no dependa de otro.
Bueno.
Mi obligación es hacer 5 días a la semana yoga. 1 de premio y 1 de descanso (pausa).
Como me gusta tener las mínimas obligaciones posibles los findes, me esfuerzo mucho por garantizar que lo hago de lunes a viernes. Porque si no, sé que tengo que recuperar las sesiones que me salte el finde.
El día que fallo, sé que he pringado para el finde. La semana que lo hago bien, ¡premio! ¡finde libre!
No tiro de motivación, ni de fuerza de voluntad: Tiro de lo que hemos estado llamando ayuda, pero que no es otra cosa que preparación.
En mi caso, para cumplir con mi nuevo hábito mientras consigo el nivel de «identidad yogui» (Lo hablamos hace un par de lunes), la preparación es bloquear mi tiempo. Entre las 11 y las 12 de la noche no puedo hacer otra cosa que YOGA.
La preparación (ayuda) en el caso de mi amiga sería no ir a Mercadona. El premio, comerse unos croissants para desayunar el sábado o una tostadita con jamón, y la pausa, comer lo que le dé la gana el domingo.
Premio y pausa son muy parecidos y los puedes usar a tu antojo.
Bien, como ya sabes:
El verdadero cambio no es fijarse objetivos; definir sistemas está muy bien, pero el secreto de los que consiguen hacer cosas, está en buscar el cambio de identidad.
Lo que te he contado hoy, son los ingredientes para conseguir un buen sistema que te lleve a tu nueva identidad.
En mi caso, ser yogui.
En el de mi amiga, ser un pibón.
Un abrazo.
Paloma, de la Hoya de Gualy